(function() { (function(){function b(g){this.t={};this.tick=function(h,m,f){var n=void 0!=f?f:(new Date).getTime();this.t[h]=[n,m];if(void 0==f)try{window.console.timeStamp("CSI/"+h)}catch(q){}};this.getStartTickTime=function(){return this.t.start[0]};this.tick("start",null,g)}var a;if(window.performance)var e=(a=window.performance.timing)&&a.responseStart;var p=0=c&&(window.jstiming.srt=e-c)}if(a){var d=window.jstiming.load; 0=c&&(d.tick("_wtsrt",void 0,c),d.tick("wtsrt_","_wtsrt",e),d.tick("tbsd_","wtsrt_"))}try{a=null,window.chrome&&window.chrome.csi&&(a=Math.floor(window.chrome.csi().pageT),d&&0=b&&window.jstiming.load.tick("aft")};var k=!1;function l(){k||(k=!0,window.jstiming.load.tick("firstScrollTime"))}window.addEventListener?window.addEventListener("scroll",l,!1):window.attachEvent("onscroll",l); })(); El Eterno Andar
martes, agosto 29
Back to the world
Que difícil es el regreso...

Quiero pedirles disculpas por el dilatado silencio, al menos por el mío, en estos veintinueve días sin novedades.

Un blog en estado de abandono.

Así que antes de que nos rajen, he decidido volver. Nunca quise la ausencia, pero se dio.
No estoy hablando de la mía, ni de la de ustedes.

Es que la muerte estuvo de visita. Ya se había agendado un paso por la familia, y sin mayores demoras, vino y se la llevó.

Nunca es fácil. No nos da la cabeza para abarcarla, es lo único absoluto que conocemos. La única verdad, la última.

Tampoco estamos educados para aceptarla. Mucho menos para hablar de ella.

Sabés que está ahí, sabés que un día te va a tocar, pero lo único importante es que no sea hoy. Por favor, hoy no... te juro que voy a ser mejor persona.

En Europa se discute sobre la incorporación de la muerte en los programas escolares como un tema central, fundamental para aprender desde chico a vivir con su existencia. Una realidad que en Occidente no hemos sabido ni aceptar ni entender.

Paralelamente, aquí en Uruguay, a varios años de evolución discutimos, por un lado, si conviene enseñar a los adolescentes la historia reciente, o si en un ilustre operativo zanahoria, la tapamos con un manto de olvido, igual que a los desaparecidos; mientras que en Colonia, el intendente intenta explicarle a la población las razones por las que sería conveniente que usen casco para andar en motocicleta.

Que realidad triste la nuestra. Uruguay no come pero echa planetas del sistema solar.

Maracaná persiste. Artigas no.

Y es así como se va volviendo a la realidad. A la diaria. Al periodista persecutor de túnicas blancas. A las cifras. Al frío de agosto, al bocinazo.

Todo esto sin que haya pasado un sólo día en el que no piense en vos.

Hablando bolazos la vas llevando, vas saliendo.
Hay que trabajar, hay que estudiar, hay que comer, hay, porque nuestra vida sigue, pero sobre todas las cosas, porque te ayuda.
Me ayuda. Me ayuda a olvidar la ausencia.

Esa ausencia que encuentro en las fotos. En la cama vacía.
En el silencio.

Todo esto sin que haya pasado un sólo día en el que no piense en vos.

Porque te quiero. Porque te extraño.




Eleonor, estas líneas que he cargado con todo mi amor son para vos. Sé que son poco o nada, pero es difícil para mí decir algo que en verdad signifique. Gracias por tu cariño y por todas las cosas que me diste, y en especial por una de ellas, que es la que hoy más quiero.
De ahora en adelante vas conmigo siempre.

 
martes, agosto 1
Rutina de fantasmas
Vuelvo a llegar. Las caras se muestran, como siempre, lánguidas.

Cuelgo mi abrigo, apoyo mi mochila en una silla. Llega la hora del saludo. Decido ahorrarme el cómo-te-va-bien-y-vos-bien.

Vuelan moscas al compás de un tango pésimo.

Silencio. El sonido de un auto doblando la esquina. Los mismos pensamientos de ayer.

Temí que me pasara. Yo siempre supe que esto no era para mí. Más aún, sé que faltan etapas que van a devorar lo que me queda de rebeldía. Hasta quedar al fin seco, limpio de sueños y expectativas propias, libre de extraños pensamientos y deseos de libertad. Seco, por sobre todas las cosas.

Vacío.

Se suceden las caras. Anoto una dirección que no voy a recordar. Tras un momento de abstracción me descubro hablando estupideces, muchas, con una persona de quien, singularmente, no conozco nada.

Va a llegar la media tarde y vendrá alguien más. Si no es él, o ella, será otro u otra.

Todos vienen a buscar lo mismo.

Porque a pesar de todo, algunas veces, algunas contadas veces, alguien se va de aquí bien, se va satisfecho, con menos peso, adelgazado de culpas. Limpio de extraños pensamientos podrá -piensa- gambetear al agobio y sus secuaces.
Agobio femenino y en su interior vacío, casi infinito.

Es un camino flechado. Una bizarra relación. No recuerdo cuantas veces estuve del otro lado.

¿Cuántas veces me habré ido mejor de un lugar sin haber dejado nada a nadie?

¿Será este rol la versión urbana del payaso de circo, maquillado de sonrisa para ocultar sus penas? ¿Cómo llamar a su público? ¿Por qué necesita de uno si en verdad no divierte?

Al verlo siento en mi interior como los espacios al reducirse se hacen más amplios, como encogerse es en realidad abarcarse menos.

Camas de una plaza. Mesas decoradas. Casas chicas, de ambientes reducidos, buscados especialmente al influjo de frases como "Es más fácil de limpiar", o "Es más calentita". Frases invariablemente destinadas a caer en esa móvil trampa de espacios, donde una televisión encendida puede ser la diferencia entre una casa pequeña y el desierto del Sahara.

Aunque en realidad sólo sea un féretro de ladrillos.

Un limón. Una botella de agua. Un cepillo de dientes.

Y el permanente escape a esa vida trémula lo encontrás en cada vecino, en cada conocido, en cada extraño interlocutor.

Cada palabra de ellos te carga de vida. Cada problema en común con otro es un alivio. Y la cuenta de aquellos que sin estar, al nombrarlos te engañan, y parece en verdad que existieran.
Hablás de tus hijos, hablás de tus nietos. Del primo aquél.

Me pagarías un abrazo si yo te lo vendiera. Yo sé que si te nombro la Navidad te doy una puñalada en el alma.

Y vos seguís escapando. Atrás de cada vecino y de cada conocido te escondés.
Detrás de cada mostrador.

En uno de ellos quizás me encuentres a mí. Cuando eso suceda, ¿qué vamos a hacer?

Si vos querés olvidar y yo ya te conozco. ¿Qué vamos a hacer?

¿No será que querés trocar papeles?

¿No será que ya lo habremos hecho?





Dedico este post a todos aquellos que viven, cenan y duermen acompañados únicamente por su propia soledad.