(function() { (function(){function b(g){this.t={};this.tick=function(h,m,f){var n=void 0!=f?f:(new Date).getTime();this.t[h]=[n,m];if(void 0==f)try{window.console.timeStamp("CSI/"+h)}catch(q){}};this.getStartTickTime=function(){return this.t.start[0]};this.tick("start",null,g)}var a;if(window.performance)var e=(a=window.performance.timing)&&a.responseStart;var p=0=c&&(window.jstiming.srt=e-c)}if(a){var d=window.jstiming.load; 0=c&&(d.tick("_wtsrt",void 0,c),d.tick("wtsrt_","_wtsrt",e),d.tick("tbsd_","wtsrt_"))}try{a=null,window.chrome&&window.chrome.csi&&(a=Math.floor(window.chrome.csi().pageT),d&&0=b&&window.jstiming.load.tick("aft")};var k=!1;function l(){k||(k=!0,window.jstiming.load.tick("firstScrollTime"))}window.addEventListener?window.addEventListener("scroll",l,!1):window.attachEvent("onscroll",l); })(); El Eterno Andar
miércoles, febrero 20
SMS
44666999 666667777 3366222666668777266667777 7666777 5552 222255555533 999 633 77733222666666662224447777833.

5556667777 72527776667777 8886665558884443377766666 2 8886665552777, 733777666 627777 2225666.

8887777 66656667777 77774444883366 227774445555552663666, 777766666 5556667777 6444777766667777 778833 488277732222.

778833 55527777844462 66666 7666333777 727772777 999 2777777266222277755533 2 8887777 88833222444666667777 33777782 22288237772.


833 88827777, 833 255533527777 55533668263366833, 44462444466666 7777666667774443366833

7788444999927777 727772 7777444336777733, 28866778833 633 333527777833 88662 4488335555552

33777786667777 66883388833 66886337776667777 778833 66666 22266666333444666 2555 27277728666

777733777888444777266 333 4884442 999 3332777666 727772 66666 733777333777833 777277778777666.



778844466444336686667777 766633627777 7666777 6337777, 633 27777334887772 6444 666733777236667772

8777337777222444336686667777 7777337777336682 999 7777334447777 77778833ñ6667777 633 7777666633833 888 6444777232

5555553366277733 333 44244455887777 999 7777666663386667777 888 7266825555552

2 2222622444666 333 7666333777 255548866 34442...

333527775556667777 388777644433663666 5886686667777...


22266666 7777887777 5558822233222444827777 27242327777


 
Transparencias
La vida sigue pasando bajo mis ojos, bajo mis zapatos. Sigo acertando baldosas huérfanas con el pie, gracias a este libreto, buscándole un sentido, una dirección. Algunas explicaciones.

Pero algunas cosas cambiaron. Definitivamente cambiaron.

Te das cuenta cuando algo no va a volver a ser lo que era. Es una seguridad. Casi como que mañana una vez más va a salir el sol. Por suerte.

En una especie de liberación consciente, dejé atras todo aquello que me declaraba culpable de algo poco claro, pero de alguna forma perturbador. De cosas triviales y tontas -quizás un proceso inconcluso de la adolescencia-, pero también de algunas cosas algo más complejas. Pasa que cuando querés cambiar el mundo, te imponés algunas reglas básicas para no caer en el famoso "haz lo que yo digo pero no lo que yo hago". (En realidad debí decir "Cuando todavía pensas que podés cambiar el mundo".)

La bocha a mis veinticinco va yendo por esos lares.

Ejemplos desde el ómnibus: antes no tiraba un papel en la calle. Hoy mi boleto dos por tres se baja del bondi conmigo pero después no me acompaña. Antes me compadecía de los que subían a pedir. Hoy me rompen las pelotas. El otro día un ciego me dejó una estampita y no se la pagué. La restante media hora de viaje la pasé filosofando sobre ese acto.

Big deal.

Boludeces, para las cosas importantes ya tendremos tiempo.

¿Será así? ¿Serán estos los síntomas?

Hay cosas que nos cambian, por dentro y por fuera. No pensé que la forma de pensar pudiera ser una de ellas, al menos no una válida. El error o el despecho siempre deben de estar mezclados en algo así. Pero esto me sucedió, yo lo puedo contar, es así. Me pasó. Y ya no me siento culpable por eso.

No soy culpable del hambre del África -y la sigo nombrando, varias veces van ya-.
Ni de la delincuencia.

Ni de que este sea un país de mierda, o de que vos sigas siendo un gil.

Es evidente que no depende de mí.
Porque uno no elegiría sentirse así.
Sentirse un ladrillo más en la pared. Uno más del montón. Un número. Un nombre. Una referencia.
Un olvido. Mil acuerdos. Algún recuerdo. Otro número. Alguna deuda. Alguna promesa cumplida.

Un átomo más en el enjambre. Mañana un aviso en el diario, y ya.

Por eso tanto tiempo sin escribir. ¿Cómo seguir ahora que todo es igual pero distinto?

Mi interior es algo más transparente en este momento, lo dejo ver sin miedo. Los temores propios de las debilidades humanas van quedando de lado. Acepto más fácilmente los placeres, pienso mucho más como evitar los sinsabores. Me pregunto si tuve que estar tan cerca -lo suficiente como para temer quizás no volver- de irme para darme cuenta de estas cosas. Un manual de vida que en la escuela me reemplazaron por otro, lleno de amenazas y de pecados.

Ahora entiendo más a los demás.