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sábado, abril 28
La mediocridad y los días
El viernes a la tarde me encuentra en Montevideo, parado justo en el medio de una de sus veredas de esquina. Invariablemente cada tanto necesito sentir cómo el mundo sigue girando a mi alrededor a pesar de mí. Cuando digo mundo no me refiero sólo al hábitat humano-citadino-urbano que suele llevarse esa nomenclatura, sino al envase bastante más amplio que le da sustento y brisa. Sobre las grises baldosas observo y vivo una de las tardes más lindas que recuerde: el tibio calor del sol se combina con los más sutiles movimientos de aire para lograr una atmósfera acogedora, tan hermosa que ni la más quejumbrosa de las personas podría encontrarle detalle negativo alguno.

En medio de ese común y hermoso instante, me detengo a pensar si otras versiones de mi ser podrían haber disfrutado de este momento natural-urbano de la misma manera que hoy lo hago. También intento reflexionar cuáles son las opciones que descartan a otras, sin que se expliciten demasiado en el contrato de vida; a modo de ejemplo, me pregunto cuántas tardes de estas se pierden (o se trocan) a cambio de una buena nota en un examen. Es simplemente una opción y un ejemplo.

Una opción de opciones válidas; si fuera trabajador esclavo en Asia las opciones no serían las mismas y probablemente yo tampoco lo supiera -no sé si los esclavos del Asia se lo preguntan muy seguido-. Si en este momento mi ser tuviera a cargo alguna descendencia, probablemente tendría que trabajar un poco más duro y realizarme este tipo de preguntas sería una forma bastante penosa de ejercer masoquismo.

Desde hace algún tiempo, tengo la capacidad de ver realizadas en los demás las múltiples opciones que en algún momento descarté, ya sea en primera toma o luego de ejercerlas por un rato. Por los cuatro pétalos de esta esquina deambulan seres. En mucho de ellos me encuentro. En otros -y sobre todo, en otras- veo pupilas buscándose a sí mismas también. Tampoco sé si lo logran.

Una ambulancia dobla apaciblemente por la esquina frente a mí. Imagino a mi yo médico distrayendo su mente en las primeras hojas caducas, a mi yo chofer olvidando las cuentas en alguna ropa de mujer. Casi al mismo tiempo recuerdo las opciones que probablemente me hayan ubicado en esta vereda en este momento, y no en esa ambulancia. Recuerdo no haber sacado la libreta profesional porque quería estudiar medicina, recuerdo haber dejado de estudiar porque me aburrió y además necesitaba trabajar.

Me pregunto si en realidad las opciones existían, o si cualquiera de esos caminos me hubieran llevado a lo mismo.

Me pregunto si el Dr Yo o el Contador Yo hubieran podido disfrutar de esto que es tanto y es tan poco. La vida en algún momento me preguntó que quería hacer con ella; siempre le esquivé la respuesta. Como el novio bandido que le saca el cuerpo al compromiso, no tuve coraje para perder años de tardes como ésta apostando a un estatus socio-frívolo-económico superior.

Muchos testigos me vieron en el pasado entusiasmado tomando las mismas opciones que ellos. También me vieron huyendo de ellas, despavorido; sus teléfonos ya no suenan a mi compás, ni hay papel alguno junto al mío que luzca sus nombres.

Resulta bastante complicado vivir la vida y al mismo tiempo presenciarla.
Jugar y ser espectador en la vida aparentemente no es algo posible, casi como si fuera uno de esos límites intransgredibles de la física, como lo son la velocidad de la luz o el cero grado Kelvin.
 
miércoles, abril 18
Un año de Blogger
Podría considerarlo un hecho menor y común, restándole trascendencia. Después de todo, no es un gran logro -me pregunto si es siquiera un logro de alguna especie-, aunque despierta en mí un sentimiento agradable, algo que podría describir como una sonrisa de la mente, que eleva al aniversario de lo meramente anecdótico.

Es que han pasado muchas cosas, por sus vidas, por la mía, por la de los míos, que han significado algo para este pequeño espacio virtual que dí a conocer como "basural endémico". Porque más allá de que su nombre oficial sea "Deposite su basura aquí", este título sólo denota la actitud que ante este blog se ha de tener. Además, el nombre es fortuito, tanto como mi ingreso a este mundo de letras blancas sobre fondos negros. Les cuento.

Una noche como cualquier otra, hace exactamente un año, erraba por pestañas de Firefox buscando la dispersión, el aprendizaje, algo. Una entidad o entelequia desconocida, que justamente, sea resultado de la más agradable y libre de las búsquedas, porque claro, cuando no se busca algo en especial, o no se sabe qué es lo que se está buscando, uno se halla abierto a casi cualquier cosa, y como personas le damos la oportunidad a personas, objetos e ilusiones hasta el momento ignorados. Eso sí, con el Messenger abierto, por supuesto, porque conversar lábiles mientras se aprende o se dispersa o se hace un gol también es charla, y de ella también se aprende.

Pasado un tiempo, alguien se conecta. Una amiga. Saludos, puesta a punto, divagues. Pero algo me llama la atención. Bajo su nombre y en letras grises, una dirección de la red yacía escrita.

www.ararlatierra.blogspot.com

¿Qué será eso? -pensé- Aparentemente un blog.

De esto ya hace algún tiempo, y por aquél entonces, yo no tenía un muy buen concepto de lo que era un blog. Los pocos que habían recorrido mis ojos eran carentes de fibra: casi como esos diálogos tontos que se escuchan en una parada de ómnibus o en un pasillo de facultad. Pero conocía bastante bien a Natopia (por aquél entonces, Ararlatierra) y sabía que la unión de sus letras y la sucesión de sus palabras podrían aportar algo más que un frívolo murmullo.

A ver que será esto...

Click. Y me encontré con retazos de su vida, cuidadosamente lavados y planchados, luego puestos a relucir. Con el mismo cariño con el que una princesa de suburbio lava-seca-plancha y cuelga su único vestido azul. Un amor no correspondido por el fiel estilo de este mercado de pulgas, donde con la misma facilidad podemos encontrar los tristes versos que dejaron impresos un corazón impar, como los torpes insultos de quienes nada lo entienden o las estériles publicidades de los nuevos autómatas.

Y sé -ahora por experiencia- que contar algo que es propio, cualquier vivencia que alguna vez ocurrió dentro tuyo y publicarlo en un blog es similar a que la princesa lleve su vestido a una feria americana. Sabés desde el primer momento que torpes manos (las mismas que tipean los torpes insultos) lo van a tomar, lo levantarán de su descanso para verlo a trasluz, como si de verdad lo estudiaran, como si en verdad lo leyeran, casi, se podría decir, como si de verdad les importara. Bastante obvio es su verdadero sentir.

La variedad de vestidos es enorme. Esa noche quise conocerlos todos.

Así que a través de decenas de ventanas y pestañas los hallé. Vi gente en Estados Unidos peleando contra Bush y su guerra en Irak. Vi españoles contentos publicando las fotos de sus últimas vacaciones en Marbella. Leí a un asiático confesando llegar tarde a su trabajo con mal aliento e irse de allí con algún insumo de oficina entre las ropas. Me dejé llevar por mundos que no existen, por partidos perdidos, por publicidades disfrazadas.
Por inocencias perdidas, por vidas sin sentido, por inocencias reencontradas.

Política, fútbol, sexo, noticias, tecnología, que haré hoy, que hago ayer, que hice mañana. Mis ojos ya no leían, pero ellos seguían allí, brillando en la oscuridad, esperando ser al menos por mí ajados. Es que todo vestido -y toda princesa- sabe que algún día alguna mano diferente llegará. Y aunque no lo lleve - y aunque no la lleve-, quedará su imágen guardada en la mente con destellos, y en el lienzo, el reflejo de aquellas pupilas que lo quisieron descubrir. Que lo quisieron llevar.

Y que en verdad lo hicieron.

Y como no soy princesa, y porque no tengo vestidos, fue que cuando ya había decidido entrar no supe que poner sobre la mesa. Ni que cartel colgar sobre el tendal. Nada.

Justamente el título, lo primero que te piden. ¿Qué voy a poner acá? Me reía solo en la noche con cada estupidez que se me ocurría.

- "Compruebe la disponibilidad"- ... a ver, bueno, disponible está.
- "¿Nombre de usuario?" -Uhh... ¡pero hay que inventar una cosa atrás de la otra, che!
- "Imágen para el perfil" La que pude robar en esos pocos segundos fue la de un tipo bajo la nieve, que mucho que ver no tenía, pero que bien supo hacerme el aguante hasta que pude colgar esa que hoy luzco. (Que no es más que una triquiñuela de Photoshop sobre una fotografía mía tomada por la persona que más quiero).
- "Elija una plantilla" -Y sí, le meto a ésta, es la más oscura que hay. No sea cosa que los millones de visitas que voy a tener por día signifiquen un aumento en el consumo de combustibles y formas de energía no renovables...

El resto, es historia.

Aunque nunca lo dije explícitamente, ustedes siempre fueron bienvenidos.
¿Cómo alguien puede estar interesado en encontrar algo rescatable, reciclable, dentro de lo que otra persona, creyéndolo inútil -y hasta oloroso- descartó?
No tengo idea. Supongo que esa respuesta la tendrán algunos de ustedes.

Como Natopia, inspiradora con sus textos de esta aventura que hoy leen. Literalmente leí miles de blogs.

Ninguno aró la tierra con tanto esmero como vos.

O Alguien más, figura nueva en este mundo, uno de los primeros en colgarse a leerme, requechear y criticarme. Gracias por estar y seguir ahí siempre. A Lula, que sé que cuando puede se da una vuelta para leer y me encanta. ¿Cuándo vas a arrancar a escribir vos también?

Y otros bloggers más nuevos en esto del requechaje, con sus señores blogs a cuestas, como Inez y Vale, que derrochan creatividad en cada post -y que alguna vez sufrieran algún reproche mío, ¡hay que bancarme a mi también!-; o como Marujita, que denuncia con inteligencia, conocimiento, buen gusto y mostrador las diarias que en la caja boba o en el papel de huevos no figuran.

Un año muchachos. Pocas visitas (cerca de mil trescientas). Poco importa el número, siempre lo pensé. Me importa la calidad, la humana, esa que separa al Neandertal urbano del artista.

¿Seguiremos con el acúmulo de basura?

¿Seguirán las frases reflexivas en naranja?
¿Podré seguir intentando despegar de lo diario hacia algún lugar que no pueda decirles dónde está, pero sí como uno se siente después de estar?

Dios quiera, ganas no me faltan.

Sincrónico cumpleaños del Basural y Sin Gamulán.
Brindo por ustedes.

Nos leemos.

Sin Gamulán